Politipias
Nelson Martinesi
Sólo por medio de la elección, la omisión y la acentuación
avanzaremos hacia el verdadero significado de las cosas.
Georgia O’Keefe.
Yo hablo con mis manos,
tú escuchas con tus ojos.
Shi-Tao.
Toda la obra de Nelson Martinesi (Asunción, 1962) constituye una constante y obstinada indagación material y espiritual para canalizar su enorme pasión por el arte, para meditar sobre la unidad primordial del universo, reformulando incesantemente un lenguaje plástico que posibilite cavilar sobre lo real objetivo y las inherentes circunstancias subjetivas de los acontecimientos revividos.
Desde el inicio de su práctica artística hasta los trabajos ahora expuestos, no ha dejado de crecer, de evolucionar, de afirmarse en la renovación de técnicas -como el dibujo, la pintura, el grabado y el aguafuerte- y materiales tradicionales, así como de revelarse a través de expresiones transdisciplinarias -confrontando distintos códigos del arte visual (impresión, collage, frottage, pintura y trazos) con los del diseño, la orfebrería y la artesanía-, siempre con la misma voluntad de introspección, de unidad y de universalidad.
En esta muestra, titulada Politipias, Martinesi presenta, por primera vez en nuestro país, una serie conformada por obras recientes (de pequeño y mediano formato) que son el resultado de un estudiado lenguaje mimético: un compuesto de pintura y grabado. O mejor, un producto acoplado: pintura/grabado. Desde el año 2006, viene trabajando en este proyecto a través de matrices encontradas (tanto en Paraguay como en Brasil), ajenas y propias (generalmente de maderas, aunque también haya aplicado, en algunos casos, otros materiales para estampar, como linóleo y objetos de plástico), desarrollando con ellas unas composiciones sobre papel, cromática y morfológicamente singulares. En algunos casos, el papel que soporta las intervenciones es ya un papel estampado, un material decorativo para empapelar paredes.
Este artista, que mantiene constante tránsito entre Asunción y Salvador (Bahía) -donde reside hace varios años-, nutre sus trabajos de la diversidad cultural, siente el encanto de las pequeñas cosas y rescata lo cotidiano inservible del abandono. Podría decirse que para Nelson Martinesi el arte y la imaginería popular componen un gran puzzle; un depósito de recursos visuales, emocionales e intelectuales que pueden descomponerse en fragmentos plásticos. Es el caso de estas pinturas/grabados, en las que emplea las matrices a modo de objet trouvé esgrimido, como una especie de repertorio iconográfico susceptible a la apropiación y recodificación estética.
A él le gusta decir que hace pintura, ya que, si bien reelabora estampaciones, transparencias y veladuras, actúa a base de trazos y signos de cariz eminentemente gráfico; aplica asimismo degradaciones, emanaciones de pinceladas, variedad de texturas; en suma, efectos predominantemente pictóricos. De igual forma -aunque los procedimientos técnicos sean, a primera vista, más cercanos a la práctica de la impresión- hay una reformulación del sistema del grabado, y cada obra resultante es única, singular e irrepetible; es decir, cada pieza es un cuadro original que pasa a encarnarse, al final, como una pintura sobre papel.
Sabemos que la monotipia es una variedad de impresión de la que sólo sale una reproducción buena de cada lámina: el monotipo o monocopia. Sin embargo, el término politipia -del que brota el título de la muestra- es, en las artes gráficas brasileñas, una palabra recurrente que sugeriría la utilización de distintas matrices en la impresión a fin de ir configurando la imagen, aunque el resultado final fuera igualmente una suerte de monocopia o de edición única. La politipia es un único resultante de varias impresiones; a lo que agregaríamos, con todas las características distintivas y visuales de una obra pictórica.
En este contexto, es oportuno recordar la idea de John Berger de que la pintura es una afirmación de lo visible que nos rodea y que está continuamente apareciendo y desapareciendo: "Posiblemente, sin la desaparición no existiría el impulso de pintar; pues entonces lo visible poseería la seguridad (la permanencia) de que la pintura lucha por encontrar. La pintura es, más directamente que cualquier otra forma de arte, una afirmación de lo existente, del mundo físico al que ha sido lanzada la humanidad".
Sin duda, la corporeidad de la pintura tiene un potencial expresivo difícilmente comparable. De igual manera, podemos pensar que la pintura/grabado de Martinesi deviene escenario de la expresión de la personalidad y la individualidad, sostenido, como decía Berger, por su enraizada naturaleza corporal. En última instancia, la pintura también puede llegar a comportarse como una metáfora; incluso como el equivalente de la experimentación de sentimientos disparejos; y, por supuesto, es el lugar de una proyección psíquica tremendamente enérgica.
Por otro lado, la territorialidad del cuadro pictórico experimentó, en el arte contemporáneo, una considerable transformación o, en otros términos, un cambio de escala (no sólo de tamaño y técnica), al mismo tiempo que la cuestión tradicional de la representación comenzó a deslizarse hacia la problemática del “acontecimiento”. Tras la hegemonía del gestualismo en la abstracción y, por supuesto, una vez desbordado el formalismo modernista, encontramos -entre las nuevas tendencias y los variados trabajos artísticos actuales en el plano internacional- recursos ambiguos y planteamientos pictóricos híbridos, como lo son estas significativas propuestas de Martinesi.
Indudablemente, este artista -como lo demuestra con esta colección de politipias originales- explora con frecuencia los medios creativos y establece una relación desenfadada con los repertorios tradicionales, sin necesidad de someterse a ninguna normatividad o seguir cualquier tipo de planteamiento teórico dogmático (ni del grabado ni de la pintura), cuando lo que le interesa es, elementalmente, desplegar su pasión creativa, acrecentar el valor de los símbolos visuales y buscar la unidad entre los fundamentos cosmológicos y los principios de la estética.
En efecto, cada pintura/grabado de Martinesi muestra claramente su transcurso manifestando las sutiles imperfecciones de sus componentes y del proceso artesanal, así como la seña de la mano del artista. Sus composiciones formales se diluyen entre tonalidades terrosas y colores fulgurantes, destacando sobre el papel los surcos de las transmutadas matrices y algunos motivos recurrentes, como el círculo, la línea, la flor, el árbol, las mariposas o el paisaje. Un universo entre la figuración y la abstracción que siempre tiene un punto de referencia en una realidad integrada en el cromatismo, las huellas y los materiales. Así, sus obras resultan íntimas, serenas y orientadas hacia el interior. Inspiran proximidad y contemplación, una reducción de la distancia física entre la obra y el espectador.
Martinesi recurre a un particular bricolaje plástico que le permite yuxtaponer lenguajes diversos e imágenes heterogéneas. "En nuestros días, un bricoleur es el que trabaja con sus manos, utilizando medios desviados por comparación con el hombre de arte". Cuando en el campo artístico introducimos la noción de bricolaje, estamos remitiéndonos a una actividad que implica la necesidad de trabajar con un conjunto finito de instrumentos y de materiales heteróclitos.
Ahora bien, lo propio del pensamiento mítico -como del bricolaje en el plano práctico- consiste en elaborar conjuntos estructurados, "no directamente con otros conjuntos estructurados, sino utilizando residuos y restos de acontecimientos; odds and ends, diría un inglés, o, en español, sobras y trozos, testimonios fósiles de la historia de un individuo o de la sociedad".
Martinesi despliega su astucia de bricoleur reciclando cosas con historia; manipulando y esgrimiendo artísticamente matrices gastadas, encontradas al azar, sin dejarse arrastrar hacia el pastiche, y reconvirtiendo el color en destacado protagonista. En buena medida, lo que ha hecho con esta serie de politipias, fue ampliar ejemplarmente el método collage, que, desde las vanguardias hasta la contemporaneidad, ha determinado de manera fundamental el sentido de lo artístico.
Tampoco está de acuerdo con que pueda haber una buena copia o un mal acabado; "toda obra, si está hecha con apasionamiento y con las intenciones del artista proyectadas, debe ser buena", dice el artista. Así, su pintura/grabado introduce un problema distinto de aquel que se limita a la ornamentación y el buen gusto; el artista se pregunta por la naturaleza de la propia pintura y por los límites entre pintura y grabado, colocando esas interrogantes en el primer plano de sus intereses y experimentaciones.
Por último, habría que resaltar la conexión de este trabajo de Nelson Martinesi con algunas especulaciones de la tradición oriental. Quizá uno de los rasgos principales de la cultura oriental sea la concepción del universo como una serie de subsistemas armoniosamente concordantes unos con otros. El macrocosmos, las leyes y principios que lo rigen en la realidad, tienen su equivalente en distintos microcosmos, de los cuales el más importante es el humano.
La armonía entre las diversas partes del universo es un concepto elaborado por varias de las sabidurías orientales. Esta armonía entre las múltiples porciones del universo es lo que posibilita la existencia del arte, que no es más que la expresión por parte del ser humano de su captación de la esencia de las cosas, de las leyes naturales que aquél reproduce en su microcosmo. Por tanto, la fundamentación última y profunda del quehacer artístico radica en la existencia de la unidad primordial.
Nelson Martinesi, al igual que muchos artistas orientales, tiene la conciencia de que su hacer -en este caso cada pintura/grabado- es una de las formas en que esa unidad primordial del universo se manifiesta, lo fundamenta y le da sentido. Por tanto, más que diferenciarse por la mera realización correcta de una técnica determinada, es en esta concordancia esencial donde radica la verdadera excelencia de su arte.
Alban Martínez Gueyraud
Septiembre, 2008.